top of page

Pedido de santidad

Padre mío, me postro delante de Ti, con el alma abierta, con el corazón aún quebrado, pero con la esperanza encendida. No quiero solo palabras. Quiero transformación. Quiero que tu fuego consuma todo lo que no te agrada. Que tu luz me atraviese y no deje ningún rincón en sombras. Haz tu obra completa en mí, Señor.

A veces me he acostumbrado a vivir con suciedad espiritual. Me conformé con ser un poco mejor que antes, pero no fui detrás de tu santidad como lo pide tu Palabra: “Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1:16). Y eso no es una opción, es un llamado. Un llamado alto, puro, verdadero. Y aunque sé que por mí mismo no puedo lograrlo, creo que por tu Espíritu en mí, sí puedo andar en tus caminos.

Por eso te ruego: examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno (Salmo 139:23-24). No me permitas engañarme a mí mismo. Que no me acostumbre al pecado pequeño, ni al orgullo disfrazado de buena intención, ni a la falta de perdón escondida detrás del silencio.

Te entrego mis batallas internas. Tú sabes con lo que lucho. Tú sabes dónde caigo una y otra vez. Conozco tus mandamientos, pero a veces siento que mis pasiones son más fuertes que mi obediencia. Por eso clamo: fortaléceme. Toma control de mis debilidades. Santifica no solo mis actos, sino mis motivaciones, mis pensamientos, mis deseos más profundos.

No quiero vivir de apariencias, ni servirte de lejos. Quiero vivir de rodillas y caminar en tu presencia cada día. Quiero ser limpio no solo por fuera, sino por dentro. Quiero ser como el vaso en las manos del alfarero. Aunque tengas que quebrarme y hacerme de nuevo, hazlo, Señor. Porque no quiero seguir siendo un cristiano tibio, dividido, cansado. Quiero ser tuyo, completamente tuyo.

Quiebra en mí todo espíritu rebelde, todo orgullo que se resiste a tu dirección. Dame un espíritu humilde, enseñable, sensible a tu voz. Que cada día yo pueda ser más como Jesús. Que mis reacciones reflejen tu carácter. Que mi forma de hablar, de pensar, de vivir, te glorifique en todo momento.

Santifícame en mi hogar, en mis pensamientos más íntimos, en mis decisiones diarias. Santifícame cuando nadie me ve. Quiero que lo secreto en mí sea aún más puro que lo visible. Que mi alma sea templo del Espíritu Santo en todo sentido, no solo en palabras, sino en verdad.

No quiero volver atrás, Señor. No quiero repetir viejos errores. Hoy quiero cortar con todo lo que me aleja de Ti. Y si hay relaciones, hábitos, cosas que me atan, te pido que me des la fuerza para dejarlas. Porque no quiero que nada me impida tener comunión plena contigo. No quiero tener áreas fuera de tu gobierno.

Jesús, Tú diste tu vida por mí. No solo para salvarme del infierno, sino para limpiarme completamente, para hacerme un hijo de luz. Así lo dice tu Palabra: “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). Hoy confieso. Hoy me humillo. Hoy creo. Y me aferro a esa promesa.

Purifícame. Lávame con tu sangre preciosa. Límpiame de todo lo que me hace desobediente, indiferente, o tibio. Que mi alma sea como oro refinado. Que mi fe pase por el fuego, pero salga más firme, más real, más viva. Que mi vida sea un altar encendido, no por emoción vana, sino por rendición a ti.

Tómame, Señor. Tómame tal como estoy, pero no me dejes igual. Quítame todo lo viejo. Revísteme de tu Espíritu. Hazme una nueva criatura. Que lo que tú comenzaste en mí, lo perfecciones día a día, hasta el día de Cristo.

Y si en mi carne hay algo que aún se resiste, Señor, crucifícalo. Yo no quiero vivir más para mí mismo. No quiero vivir en la carne, sino en el Espíritu. Haz morir en mí lo terrenal: la impureza, la soberbia, la pereza espiritual, el juicio a otros, la incredulidad. Hazme libre, Señor. Porque donde está tu Espíritu, allí hay libertad.

Gracias por tu paciencia. Gracias por no soltarme. Gracias por buscarme aun cuando me alejé. Ahora quiero quedarme en Ti. Permanecer. Arraigarme. Caminar contigo. Y no mirar atrás. En nombre de Jesucristo. Amén. 

bottom of page