top of page

Pedido de santidad

Padre Santo y Eterno,

vengo delante de Ti con el corazón quebrantado. No vengo a defenderme, ni a justificarme, ni a excusarme. Vengo porque te necesito. Vengo porque sé que sin Ti estoy perdido, vacío, sucio. Me acerco como un hijo que ha fallado, pero que recuerda que en la casa de su Padre aún hay gracia.

Tú me conoces. Sabes quién soy cuando nadie me ve. Conoces mis pensamientos más íntimos, mis palabras no dichas, mis actitudes ocultas. Y aun así me llamás. Me buscás. Me esperás. Por eso vengo. Porque tu misericordia me atrae. Porque tu paciencia me conmueve. Porque tu santidad me desafía.

Perdóname, Señor. Perdóname por todas las veces que me alejé sabiendo que te dolía. Por cada palabra dicha con dureza, por cada acto de egoísmo, por cada vez que actué sin amor, sin compasión, sin verdad. He pecado, Señor. Lo confieso. No solo con mis hechos, sino también con mis omisiones. No hice lo que debía. No amé como debía. No obedecí cuando escuché tu voz.

Limpia mi corazón, Dios mío. No quiero seguir siendo el mismo. No quiero conformarme con pedir perdón una y otra vez, sin cambiar. No quiero vivir en un ciclo de culpa, sino en una vida nueva, libre, verdadera. Como dice tu Palabra: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí” (Salmo 51:10). Eso te pido. Eso anhelo.

Muchas veces me presenté ante Ti con una máscara de religiosidad, con frases aprendidas, con rutinas vacías. Pero ahora te hablo desde lo más profundo. Ahora clamo como alguien sediento en el desierto. Siento que te necesito más que nunca. Más que el aire, más que el pan, más que cualquier otra cosa.

Perdóname por los momentos en que me olvidé de Ti, cuando busqué otras fuentes, cuando mi corazón se inclinó a otras cosas. Perdóname por hacerme ídolos con mis deseos, con mi orgullo, con mis planes. Derriba todo eso, Señor. Derriba cada altar falso que levanté en mi interior. Yo quiero que seas el único Dios en mi vida. No quiero que nada más ocupe tu lugar.

Muéstrame, Espíritu Santo, lo que todavía no veo. Tráeme convicción de pecado, pero no para hundirme, sino para levantarme. Despierta mi alma dormida. Quita la ceguera de mi corazón. Llévame al arrepentimiento verdadero, al que nace del dolor por haberte fallado, pero también de la esperanza de que Tú puedes hacerme nuevo.

Me arrepiento, Señor. De corazón. Me arrepiento porque te herí, porque te entristecí, porque viví como si tu sacrificio en la cruz no fuera suficiente para transformarme. Pero hoy te digo: creo en tu poder. Creo en tu sangre. Creo que Jesús murió no solo para perdonarme, sino para limpiarme completamente.

Hazme santo, Señor. No como una meta lejana, sino como una decisión diaria. Hazme amar lo que Tú amas, odiar lo que Tú odias. Haz que mi alma se deleite en tu voluntad. Santifícame en tu verdad. Tu Palabra es la verdad.

Y aunque me siento indigno, aquí estoy. No me apartes de tu presencia. Restáurame. Enséñame a caminar de nuevo. Lléname de tu gracia, de tu poder, de tu presencia. Te necesito, Señor. Más que nunca.
Gracias mi Padre por escucharme, en el nombre de Jesús. Amén 

 

bottom of page