
EL CAMINO VERDADERO
¿COMO SER LLENO DEL
ESPIRITU SANTO?
Tomemos conciencia de quiénes somos:

“¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual habéis recibido de Dios, y que no sois vuestros? pues habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.” (1 Corintios 6:19 al 20)
Al entregarle nuestra vida al Señor le hemos cedido nuestros derechos. Ya no nos pertenecemos a nosotros mismos sino a Jesucristo, y El puede usarnos de la manera que escoja. Desde el momento que fuimos comprados nuestro objetivo principal en nuestras vidas es glorificar a Dios.
¿Te levantas cada día pensando que glorificar a Dios es tu objetivo principal en esta tierra?
Si tu respuesta es sí:
¿Crees que vives como una persona que glorifica a Dios en su cuerpo como leímos en el pasaje anterior?
Puesto que pertenecemos al Señor y El vive en nosotros, nuestra posición es el mejor lugar en donde podríamos llegar a estar. Esto quiere decir que nada de lo que ocurre en nuestra vida es por accidente o casualidad. Cuando nos sucede algo que no podemos explicar es bueno recordar esto y no frustrarnos y confundirnos como si estuviéramos solos, Él vive en nosotros. Por esto necesitamos llenarnos de este Espíritu divino para glorificarlo en cada paso.
Tomemos conciencia de la necesidad de estar llenos de Él
“Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
"Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí y yo en él, éste lleva mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15.4-5)

¿Cómo lleva fruto una rama o pámpano? ¿Por medio de incesantes esfuerzos por obtener luz solar y aire? No. Tampoco con vanos afanes para embellecer sus capullos y reverdecer sus hojas; esta simplemente permanece en la vid, en unión con ella florece y da fruto como resultado de esta unión. Así también el cristiano no va a conseguir un fruto genuino mediante propios esfuerzos, dicho sea de paso, el Señor espera “mucho fruto”(v. 5). Recuerda esto, la rama es portadora del fruto y no productora. El fruto se produce a través de nosotros, no por nosotros. El fruto es el producto de la sabia que fluye de la vid hacia la rama. Dios no espera que yo produzca paz en medio de la tensión, sino que sólo esté unido a Él y el Espíritu de Dios producirá la paz. Relea Juan 15:1 al 5; el Señor no espera que produzcamos mucho fruto, sino que lo portemos. En pocas palabras, Jesús les dijo a sus discípulos: “si ustedes creen que ahora dependen de mi, esperen que me vaya”.
Veamos algunos mitos
Mito Nº 1: Uno primero es salvo y luego tiene que pedir el bautismo del Espíritu para que el Señor se lo conceda.
La Palabra de Dios dice en Romanos 8:9 “Pero vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios está en (dentro de) vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de El.”
“En El también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en El, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa”(Efesios 1:13)”
“Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3:5)
Es evidente por la lectura de estos pasajes que este mito no es verdad. No puede uno ser salvo si el Espíritu de Dios no está en el. Pedir la llenura del Espíritu es un deber diario de todo cristiano. Pero si yo creo que no lo tengo, entonces debo arrepentirme de mis pecados y en el nombre de Jesús pedir al Padre que me perdone de todos ellos y me llene de su Espíritu Santo para que me transforme a la imagen de Cristo, o en pocas palabras, ser salvo.
Mito N° 2: Cuando busco la llenura del Espíritu Santo debo sentirlo para estar seguro que la recibí.
Mientras que ciertos ministerios del Espíritu Santo pueden incluir una “sensación,” tales como la convicción de pecado, consuelo, poder, alegría o gozo, amor, la Escritura no nos enseña a basar nuestra relación con el Espíritu Santo en lo que sintamos, sino en la Fe. Por otra parte, al adorar a Dios no debo estar ni buscando sentir o dejar de sentir, porque de ser así estaría siendo yo el foco de mi oración. Sencillamente debo dejar las experiencias en manos del Señor, derramar mi corazón delante de Dios, hacerlo a Él el foco de mi alabanza y adoración y buscar estar lo más unido a El para ser cada vez mas transformado a la imagen de Jesucristo.
Mito N° 3: Cuando recibo el Espíritu Santo comienzo hablar en lenguas.
El don de lenguas se encuentra mencionado en 1 Corintios capítulos 12,13 y 14. El don que se manifestó allí se diferenciaba en algunos sentidos del que se describe en Hechos. En Jerusalén, Cesarea y Éfeso, grupos enteros de personas sobre los que descendió el Espíritu comenzaron inmediatamente a hablar en lenguas y los no creyentes entendían lo que ellos hablaban, mientras que en Corinto, no toda la iglesia poseía el codiciado don y se necesitaba una persona que tuviera el don de interpretación para poder "traducir" lo que decían. Podemos entenderlo analizando 1 Corintios 12:10 y 30. Leamos 1 Corintios 12:8 al 11: “A uno es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de conocimiento según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas, y a otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere”. Aquí claramente el Apóstol Pablo nos aclara que no todos los que tienen el Espíritu de Cristo podrán hablar en lenguas. Si quieres saber más de este don, al final de la página habrá un link o vínculo que te llevará a un estudio sobre este tema.
Preguntas para compartir en grupo o para auto-examinarse:
¿Al orar, por lo general, pides que Dios te llene de su Espíritu?
¿Te propones todos los días pedir esta sublime bendición?
¿Qué esperas recibir si el Señor te llena de Él?
Acotaciones:
“Pues nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre. Bien sabéis cómo nos portamos entre vosotros por amor de vosotros.” (1 Tesalonicenses 1:5)
Las palabras humanas expresando el evangelio hubieran sido inútiles si no hubieran ido acompañadas por el poder del Espíritu y por un sentido consecuente de convicción y seguridad de parte de los predicadores. Estos factores habían convencido a los oyentes de la verdad del evangelio y les capacitaron a aceptarlo y vivirlo.
“Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros (el Espíritu Santo), a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén“ (Efesios 3:20)
No somos autosuficientes. Mientras no admitamos este hecho, jamás podremos ver la necesidad que tenemos del Dios Todopoderoso que habita en nosotros a través de su Espíritu. Debemos reconocer, así como Pablo, que cuando estamos enfrentados a la extrema debilidad, el poder de Dios es invaluable. En 2 Corintios 12:10, esto fue lo que dijo: “Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”.
Estas palabras siguen a la serie de peticiones hechas, que aparecen en los versículos 16 al 19.
“Pido al Padre que de su gloriosa riqueza les dé a ustedes, interiormente, poder y fuerza por medio del Espíritu de Dios, que Cristo viva en sus corazones por la fe, y que el amor sea la raíz y el fundamento de sus vidas y que así puedan comprender con todo el pueblo santo cuán ancho, largo, alto y profundo es el amor de Cristo. Pido, pues, que conozcan ese amor, que es mucho más grande que todo cuanto podemos conocer, para que lleguen a colmarse de la plenitud total de Dios” (Efesios 3:16 al 19)
Tales peticiones son de una inestimable trascendencia y son humanamente imposibles de alcanzar. Definitivamente necesitamos que Dios opere en nosotros a través de Su Espíritu.
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